Aceptar casos de abuso sexual que lleven la firma del fundador, previos al 8 de diciembre de 1971, sería aceptar que el Sodalicio fue creado por un pederasta serial con el propósito explícito de continuar perpetrando agresiones sexuales, usando de tapadera a la institución. Y es que, ... todo parece apuntar a eso. Pero obvio. En el Sodalicio se resisten a verlo así. Porque si es verdad que no hubo “carisma”, ... la fundación sería “nula” y tendría un “vicio de origen”.
El aislamiento del pedófilo Jeffrey Daniels durante tres años, por ejemplo, con el propósito de encubrirlo y protegerlo solo lo sabían Figari, Germán Doig y el superior regional, según el informe sodálite... es una burda y descomunal mentira. Fue el entonces sodálite Vicente López de Romaña quien detectó a una de las primeras víctimas del también denominado “apóstol de los niños”. López de Romaña denunció el hecho ante su superior inmediato, José Sam. Y este, a su vez, se lo transmitió a Óscar Tokumura. Y Tokumura a la cúpula.
"Ni indicios de complicidad ni conspiración" una versión que se desmorona ante las evidencias |
Escribe:
Pedro Salinas
“Los expertos no han encontrado indicios de complicidad ni conspiración entre los presuntos abusadores”, subraya Alessandro Moroni en la presentación del informe elaborado por consultores contratados por el propio Sodalicio. Así las cosas, el capitoste sodálite tiene por fin entre sus manos un documento que dice lo que esperaba. A diferencia del antipático reporte de la Comisión de Ética, que fue demoledor.
En síntesis, el documento le salta a la yugular a Luis Fernando Figari, el chivo expiatorio del cuento, corroborando y ampliando lo que se destapó en Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015) y se amplió en sendos reportajes periodísticos en este diario. Registran el año 1975 como el momento en el que Figari se habría vuelto un depredador sexual. En ningún momento, los consultores quisieron hurgar más atrás. Antes de la fundación del Sodalitium, es decir. Para ver si existieron otros eventos similares que comprometiesen a Figari.
Supongo que ello habría arruinado la tesis vaticana y la del propio Sodalicio sobre el carisma de la organización. Aceptar casos de abuso sexual que lleven la firma del fundador, previos al 8 de diciembre de 1971, sería aceptar que el Sodalicio fue creado por un pederasta serial con el propósito explícito de continuar perpetrando agresiones sexuales, usando de tapadera a la institución. Y es que, si me preguntan, todo parece apuntar a eso. Pero obvio. En el Sodalicio se resisten a verlo así. Porque si es verdad que no hubo “carisma”, como señala Rosa María Palacios, la fundación sería “nula” y tendría un “vicio de origen”.
Otra ausencia que ostenta este informe hecho a la medida, como para decir “ya cumplimos”, es el trabajo de lavado de cerebro y formateo mental con el objetivo de anular la voluntad y la libertad. Una vez más. Todo se reduce a rigores físicos extremos, supuestamente excepcionales, y eventuales maltratos psicológicos de Figari.
El aislamiento del pedófilo Jeffrey Daniels durante tres años, por ejemplo, con el propósito de encubrirlo y protegerlo solo lo sabían Figari, Germán Doig y el superior regional, según el informe sodálite. Pero ya adivinarán. Eso es una burda y descomunal mentira. Fue el entonces sodálite Vicente López de Romaña quien detectó a una de las primeras víctimas del también denominado “apóstol de los niños”. López de Romaña denunció el hecho ante su superior inmediato, José Sam. Y este, a su vez, se lo transmitió a Óscar Tokumura. Y Tokumura a la cúpula. Como sea. Al poco, trasladan a San Bartolo al pederasta serial de menores. Y qué creen. Escogen de carcelero y encovador a Tokumura, un sodálite que quiere pasar bajo el radar, pero que tiene un historial de abusos psicológicos y físicos realmente impresionante.
Más todavía. En Mitad monjes, mitad soldados una de las víctimas de Daniels recuerda además a Alfredo Garland, uno de los sodálites de la guardia vieja, haciendo preguntas, tratando de identificar más abusados. Solamente la fiscal Peralta se tragó el cuentazo de Jaime Baertl, quien le dijo que él nunca se enteró de los abusos. Que recién supo de ellos por los periódicos. Y lo más curioso es que los asesores externos, autores del escrito de marras, le dan trato de héroe a Baertl y a Eduardo Regal, paradójicamente los principales sospechosos de haber encubierto la mayoría de los casos de abusos en el Sodalicio. Y a la verdadera heroína de la historia, Rocío Figueroa, apenas la citan de soslayo.
Resumiendo. Si hay algo que se encargan de machacar “los especialistas” es que todos los abusos cometidos (los psicológicos, los físicos y los sexuales) fueron culpa de individuos con nombre y apellido. En ningún caso se trató de una consecuencia del diseño del sistema, concebido por Figari y perfeccionado en el tiempo por los distintos miembros que han transitado por el Consejo Superior, logrando instalar una arquitectura del abuso que se perennizó a lo largo de cuatro décadas.
Esto último no lo quieren aceptar. Porque hacerlo sería reconocer que dicha institución está corrompida desde la raíz. Así las cosas, es más conveniente creer que los abusos se produjeron porque la mayoría de superiores y formadores, escogidos por Figari, eran “jóvenes, inexpertos e inmaduros” y porque varios padecían de “problemas de manejo de ira”. Porque esa es la conclusión, figúrense.
“No fue, entonces, la cultura del Sodalicio la que causó que los agresores cometieran actos de abuso, pero hubo autoridades o sodálites mayores que permitieron o alentaron abusos físicos y psicológicos”. La culpa no es del sistema sodálite, sino de chicos malos como Figari, Doig, Levaggi y Daniels, quienes habrían actuado aisladamente. Y de todo esto recién se dan cuenta las autoridades sodálites en octubre del 2015, cuando la prensa revienta como una bomba de neutrones, uno por uno, los abusos al interior de su institución. ¡¿En serio?!
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Superior, obedezco a Dios. Entonces, la mezcla de ideas falsas con ideas
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termina pensando conclusiones absolutamente falsas. Ampliar lectura.